Los niños sienten que a los adultos nos es fácil pasar todo el día ocupados.
De algún modo, tenemos el mundo laboral que nos obliga a salir de casa para trabajar y proveer recursos, gastando tiempo a veces innecesario en terminar labores para una jefatura o prestación de servicios .Pero no siempre es así. La historia de Vicente (Tiempo de Sol y horas de Luna) nos recuerda que “no hay nada mejor en el mundo” que pasear, leer, conversar o estar juntos en familia; ahorrando tiempo en frascos, para quizás llegar a viejo con el recuerdo vivo de la sonrisa de nuestros hijos…mucho mejor que cualquier otro encargo.
El Burrito de Belén, nos invita a revalorar actitudes como la ternura y la fraternidad con los demás, como si se tratase de un principio ético. Pues, aunque Runrún “era terco como todos los de su raza… tenía las ideas muy claras sobre lo que debía ser un buen pastor” y es capaz de entregarse al sueño eterno, sin aspavientos. Lo curioso es que la historia sorprende al público infantil, que no entiende por qué este tipo de gestos no lleva titulares de prensa.
Pero sin duda el más emocionante fue el gato Torcuato (Valentina y su gato Torcuato), cuando se dio cuenta de que tras la aparición de Valentín, “su vida ya no sería la misma”… el futuro se ve triste sin la mirada de Valentina, que ya no tiene ojos para él. Seguramente, sus ojos no eran azules, porque esos sí son capaces de amar y atesorar certezas. O bien, porque a veces creemos que los tiempos de antes eran mejores y no estamos dispuestos a que alguien aparezca para resignificar los ritmos y las rutinas. Sin embargo, las cosas con Torcuato no fueron así y tuvo que ver a Luna para darse cuenta de que el amor aparece de pronto, en modo V corta: valiente, verdadero y vanidoso…
Es por todo ello que resulta oportuno detenerse y simplemente darse tiempo para leer estos cuentos, escritos por Violeta para el presente.